Esta vez no escribo yo, escribe la rabia que me pena, la envidia que le tengo a esa luna llena, que a pesar de ser la misma, es testigo de esta distancia, que ya nos condena.

Es como una flecha clavada en el aire. Se siente desconcertada por no poder cambiar su dirección, y escapa de su propio destino. No sabe que más allá del horizonte se encuentra su propio cielo, entre sueños de vainilla y poesía. Se le caen las metáforas quitándole los miedos, pues crea las mejores poesías desde la libertad de desnudarse ante los temores que la forman, como evitar que se empañe el cristal habiéndote puesto muy cerca o como despertar de un sueño profundo que no quieres que acabe, algo parecido a la muerte.

La belleza es no dolerse a uno mismo.

¿Por qué sonríes como si tú fueras ese secreto?

Cuento los días

con la inocencia de quien cree

que un dedo

puede tapar el sol.