Cartas trucadas

Me la jugué. Atada de manos fui con todo en una partida de cartas trucadas y mesa coja. Quién me iba a decir que tenia las cartas del revés y las gafas sucias, aunque al principio pensé que estaban mal graduadas. Ilusa. Me estrellé, vi la pared escasos segundos antes y en lugar de pisar el freno aceleré, pero siempre dije que fue culpa de la dislexia. Guárdame el secreto.  Y con el coche roto y dos pies izquierdos busqué el camino de vuelta a... todavía no sé a dónde.

El tamaño importa

Pues claro que el tamaño importa... Miradme a mí, que soy pequeñita y así entro en cuaquiero abrazo.
Y en cualquier mano.

La musa

Querida y bella musa inmortal, si no fuera por ti muchas mentes brillantes se hubieran quedado en nada. Si no fuera por ti las más burdas frases solo serían eso, frases tristes y vacías. Si no fuera por ti la niña con vestido blanco y risa encantadora seguiría dando vueltas en circulos a la mesa donde nunca habría comenzado su historia. Jamás la abandonaste y quería reconocerte ese merito tan tuyo. Y darte las gracias, porque sin ti probablemente la luna no le habría respondido ese whatsapp que le ayudaste a escribir.

Confesiones nocturnas

En mi mente he hecho de todo contigo.


Pensamientos huérfanos

2018

Leía pero sin embargo esas palabras nunca llegaban a ser procesadas, se quedaban vagando en esa conversación de whatsapp que tantas sonrisas me había robado. Mencionaba cada hecho con sumo detalle mientras yo sentía cómo me deshacía, consciente de cómo cada recuerdo que él daba forma se iba marchitando. Como si al sacarlos de la burbuja de la memoria se desintegraran en contacto con el aire, dejando un hueco imposible de rellenar en mi interior.

Quería gritar(le), quería explicarme, comprender por qué un sueño se había transformado en una pesadilla. Pero las palabras se acumularon inservibles tras un espacio en blanco… ¿Qué hago con ellas si no me dejan expresarme?

Y sencillamente le odié. Le odié para no echarle de menos. Pero con el tiempo descubrí que, para odiarle, fui olvidando los buenos momentos. Hasta que un día decidí que odiarle también me dolía. Y que ese odio lo había devastado todo hasta convertirle en un desconocido. Aprendí a olvidarle para dejar de odiarle. Y cuando le olvidé del todo, ya no era es nada ni nadie.

Siete años de mala suerte

Encerrada en esta cárcel que son mis huesos, soñando cada día con poder escapar de los barrotes, con romperlos. Todas las noches, desde la azotea de mi cuerpo, caigo al vacío sin moverme y mis ideas chocan contra el suelo, inertes.

Con la costumbre a cuestas de juntar mis pies al andar, jugando con ellos para tropezar, haciéndolo aposta, apostando a equivocar, haciéndolo mal. Jugando a perder, perdiendo casi sin querer, rompiendo espejos buscando la suerte, olvidando que un espejo son siete años de mala suerte. 

El mar de tus ojos

Quién habla de suerte teniendo el mar en los ojos... Tal vez me mates pero sabes a pura vida con tus pleamares llenas de sabiduría y tus tormentas. Tal vez choque contra uno de tus lunares y me hunda, pero quizá naufragar en tu mirada sea lo más parecido a pisar el paraíso que conozco.