Versos inconexos

Tengo las manos vacías
de amor,
de sueños,
de ganas de sentir
de vivir.

He cambiado de piel,
de lunas,
de ilusiones.
He conocido más demonios
de los que me gustaría conocer.
He abrazado lejanas soledades,
leyendas de pasión,
utopías secretas.

Tengo las manos vacías,
muertas y cosidas.
Ocultando enigmas
en letras misteriosas.

Antídoto 6

A veces no necesitas más que unos ojos que te desnudan con la mirada. Está muy infravalorado ese desnudo metafórico y para mí es, sin duda, el más importante. Y es que no todo el mundo está preparado para contar lo que se oculta tras unas cicatrices (visibles o no).

Ni más que una boca que mima tus labios. A mí me devuelves a la vida cada vez que siento los tuyos sobre los míos. 
Menuda droga, que mata a la vez que reanima.

Ni unas manos que, deslizándolas un poco al sur, te hacen viajar al paraíso.
Con destinos como tú quién necesita Grecia.

Ni más que una voz que calma, que reconforta. Que ayuda a poner las cosas en orden cuando todo se tambalea. 
Incluso tú.

Realidades paralelas



Creo que te conozco.  
Me he perdido en el reflejo del mar en tus ojos y mi corazón ha pedido a gritos la rendición
cuando nos sorprendió tu sonrisa. Es él quien escribe, pues mi mente prefiere otros escenarios.

Creo que te conozco. 
Y en estos momentos no puedo sentir nada más que un intenso deseo y aun así exijo tu pecho como territorio particular.

Creo que te conozco 
y sin embargo tú no me conoces.

Segundas partes nunca fueron buenas

Anoche conversamos. Anoche conversamos después de un año de ausencia total. Y mientras tanto un testigo nos vigilaba. Hablamos de cosas imposibles. De cómo deseamos agarrar la luna con nuestras manos, o acercarnos al sol sin quemarnos. Algo así como experimentar nuestros sueños dentro de ellos. Recuerdo que me reí cuando giraste la cabeza a modo de sorpresa. La sombra fría de tu espalda se topó de bruces con una luz brillante que te iba envolviendo. Y por ironías de la vida, yo que me había cegado por ti, acabé cerrándote la puerta deslumbrándote con la claridad de mi amor propio.

El desorden de la realidad

Pensar que a veces somos dos en esta cabeza de poeta... Quiebras mis esquemas, incendias mis quimeras, recompones mis acertijos, me haces bailar un vals en un fondo donde no sé distinguir realidad de ficción. Y la de ruido que organizamos cuando vienes a verme, que hasta los vecinos de abajo, los del piso del corazón, se agitan un poco. Vienes, lo dejas todo patas arriba y te vas sin ordenar el desastre que dejas a tu paso.

 

Tentación adictiva

Hoy quiero hablarle al mundo sin lírica,
sin ser poeta que susurra a través de sus versos. 

Hoy quiero hablar a lo bruto y sin perfecciones literarias, 
voy a romper un poco mi estilo de niña.

Quiero volver a despertar 
entre tus gemidos.

Quiero volver a alcanzar el orgasmo 
introduciendote en mis sueños prohibidos.

Quiero volver jugar a los exploradores y que descubras 
las cuevas donde si miras al horizonte verás mi ombligo.

Quiero quitarte la ropa con la imaginación 
para emborracharme con tu olor. 

Quiero que nos corramos con el corazón tan desnudo
como nosotros.

El peso de los recuerdos

Hoy he hecho inventario. 
Tengo pendientes muchas sonrisas que se han quedado a la espera de nacer en las paginas bancas que nunca llegamos a escribir. También me olvidé de pedirte más caricias, más abrazos, y sobre todo más amor. Y necesito una respuesta para comprender por qué quisiste quedarte en tierra, aún sigo empeñada buscando el motivo que me impide comprender por qué no abriste tus alas para lanzarte conmigo hasta lo más profundo del precipicio, aunque tampoco te culpo. Tal vez fui yo la única responsable, con mi mentalidad suicida y mis labios saboreando el peligro, que solo quise saltar para coger aire puro y sentir el subidon de adrenalina.
Creo que no se me olvida nada, pero recuérdame para la próxima vez que te cuente todas las historias que murieron antes de ser contadas, porque tú cogiste mis palabras (las que quisiste) y con ellas interpretaste una despedida final.