Crónica alcóholica, primera parte
Me he pasado toda la noche pegada a la botella de vino, hablando con ella para estar un poco más cerca de mi misma, de cosas que nunca he querido saber pero siempre me he imaginado que pudieran pasar. Mis lamentos se funden con el vidrio y bajan con el dulce sabor de las uvas por mi garganta y mis lagrimas se vuelven frías, igual que el vino.Yo solo quería irme contigo al lugar donde todas mis ilusiones se convirtiesen en historias bonitas reales. Porque por muy lejos que esto haya ido, nunca podrás nombrar un lugar al que no quisiera irme contigo... Aunque sea de cabeza al infierno.Tu mirada la siento como el alcohol en mis venas. Esas miradas eran las sombras de tus seducciones, quienes sonreían con un esplendor en los ojos mientras yo me rendía ante ti. Me habías ganado.
Noche, silencio y ausencia.
ResponderEliminarSí, se presta a ello.
Abrazo, Né.
Aunque fuese de cabeza al infierno.
ResponderEliminarEso lo dice todo.
Espero que la resaca del vino no sea demasiado grande.
Besos.
¡Exacto!
ResponderEliminarCon alguna persona en concreto, hasta el mismísimo infierno.
Besos
Pues sí, a veces hay que lanzarse...sin más!
ResponderEliminarBesitos!
A mí el vino me sienta fatal, además, no es buen consejero.
ResponderEliminarBesos.
Que ya no te duela, Né. Tienes tu poesía para exorcizarlo, amiga.
ResponderEliminarAbrazo gigante.
Desgarrador texto, Né. Me ha tocado la fibra.
ResponderEliminarSerá por secretos y amarguras que han escuchado las botellas...
Abrazos.
Y no se te ocurra apagar las llamas con el vino !!!
ResponderEliminarEs mejor tener una buena resaca y fluir como una vendimia...
Saludos, Né.
Tremendas letras que salen del Alma.
ResponderEliminarNunca probé con el vino
ResponderEliminarSi pudiera me voy de cabeza, hasta el infierno
Abrazos