La homicida

Me quedé atrapada en el pasado, en mitad de un laberinto que sangraba rosas y lloraba espinas. Me asfixiaba con cada recuerdo tuyo que me invadía, con cada beso que pudo ser y no fue, con cada abrazo que se desvanecía a lo lejos, como nosotros.

No me dejabas avanzar, me arañaba con las espinas cada vez que intentaba salir de esa espiral de locura. Leía tu nombre en todas partes, veía fotos nuestras en todas las esquinas, así que no me quedó más remedio que ser la homicida del amor.

Crónica de un amor anunciado

Quiero que digas que quieres verme. 
Aceptar. 
Vernos. 
Que me beses en la mejilla y me rodees con los brazos. 
Que me susurres que me echabas de menos. 
Admitirlo yo también. 
Hablar de nosotros.
(Son)reír.
Que nos miremos en silencio.
Ponerme nerviosa. 
Que me agarres de la mano y me acerques a ti. 
Dejarme llevar.
Perderme en ti.
Que me digas que no podías esperar más a estar conmigo.
Cerrar los ojos. 
Sentir la calidez. 
Y, de pronto, una tímida huella estampada en mi cara. 

Miedo al vértigo

Algunas veces volamos
 tan alto tan alto
que el vértigo nos tiene miedo.

Y no hay nada mejor
que causarle al vértigo
lo que él causa a muchas personas.

Así que desde aquí te invito a volar también,
que el vértigo no es nada
si no dejamos que sea algo.

Antídoto contra el miedo


¿Cuánto perdemos por miedo a perder?



Poesía en ti

Voy a beberme de un sorbo tus suspiros   
y respirarlos hasta que se extingan.

Cada bocanada de aire llevará tu aliento
y contaminará cada parte de mi ser.

Voy a acariciar cada letra de tu nombre
hasta que la música pierda su compás.         

Jugaré con el alfabeto a mi antojo,
desorden, vorágine de pedazos de ti.

Voy a perfumar cada gota de ti con jazmín 
aspecto delicado, invitado de la dulzura.

Prometo que voy a cuidarte como a un cristal,
no quiero más desastres por hoy.

Voy a oírte susurrar que me echas de menos
pero pensaré que son delirios típicos de ti.

Todavía no me acostumbro al universo que eres
pero dame un par de semanas y descubriré tus planetas.
                              
Voy a prever que nos vemos mañana, así,
a lo loco y entre copas de vino, o de vodka.

Y quizá, con suerte, se haga realidad.

La suerte no se encuentra en los tréboles

A veces la suerte aparece por sorpresa y te premia con personas. Llamémoslas casualidades. Casualidades que te regala la vida y deseas haber conocido mucho antes de que ocurriesen. Casualidades con una galaxia dentro donde poder explorar, descubrir y abrir poco a poco con la misma ilusión que el primer día. 

Me enorgullece saber que yo, con mi metro cincuenta y nueve, puedo romper(te) los miedos y esa coraza tan fea que aisla de la vida. De las casualidades. Pero no puedo afirmar que te conozco, no todavía. No cuando nadie imagina las estrellas que rondan en tu cabeza y que el cielo envidia porque brillan demasiado.

Incendio humano

Un solo roce bastaba para incendiar el mundo, lo sabía, por eso nada más verle le abracé como cuando llevas mucho tiempo sin ver a alguien importante para ti. Todo a nuestro paso se convirtió en ruinas. Nos regalamos caricias y algunas verdades camufladas en alcohol. Besos, mi gran debilidad. Uno, dos, tres, cuatro... Y perdí la cuenta. Nos dejamos llevar toda la noche y me perdí en unos ojos color avellana, y ellos en mí, perfecta simbiosis. Me mordió la sonrisa y me ganó la batalla. Hay cosas con las que no se juegan y esa era una de ellas. La distancia también se puede medir en metros, aunque aseguro que entre nosotros no dejamos escapar ni uno, la cama fue testigo de ello. Qué intensa noche. Y aumentó la temperatura, hasta treinta y ocho grados.

Lecciones aprendidas de julio

Todo lo malo siempre viene junto. 
Que es muy fácil querer y complicado que te quieran.
Que la vida es demasiado corta.
Que echar de menos da más miedo que algunas pesadillas.
Que todo se consume como una cerilla; se enciende rápido y poco a poco se apaga.